miércoles, 13 de mayo de 2020

LA LUNA Y LA CASA VIEJA

Juan vivía en un pueblo de provincia con casas bajas y calles de tierra. 
Los veranos eran tórridos y los inviernos fríos y ventosos. 
Sus padres y hermanos mayores cultivaban la tierra y tenían un  aserradero. 
La madre atendía la casa y hacía pan que cocinaba en un horno de barro y vendía en el pueblo. 
Era una familia querida y  respetada por sus vecinos. 
En verano, después de cenar los muchachos jugaban a las cartas en el patio mientras saboreaban una cerveza y los padres se sentaban en un banco colgante bajo la galería charlando largamente mientras contemplaban las estrellas. 
En invierno las sobremesas eran en la rústica cocina, templada por el fuego de la chimenea. 
Juan disfrutaba los momentos en familia. En las noches frías recostado en un mullido cuero de oveja imaginando graciosas figuras danzantes en el movimiento de las llamas. Y en verano reclinado en una antigua repostera de lona bajo una parra mientras veía a sus padres conversar tomados de la mano.
Sus días empezaban temprano, ya sea para ir a la escuela como para ayudar en las tareas de la familia. 
La casa era vieja, con ambientes amplios, techos altos y un altillo con una pequeña ventana que miraba hacia el este.
Frente a ella Juan había acomodado algunos cueros de oveja y se reclinada en ellos cuando quería pasar momentos a solas. A un lado había unos cuadernos de hojas amarillentas que rescatara de un armario. En ellos volcaba relatos de momentos especiales. También tenía una pila de hojas sueltas con dibujos de paisajes en lápiz.
Si bien con  sus dieciséis años no era un joven ordenado,  en su espacio del altillo guardaba meticulosamente los tesoros que eran parte de su esencia. 
Una tarde su madre subió a acomodar unas mantas en un baúl. 
Juan estaba dibujando entre cueros y almohadones. Al verla la llamó para mostrarle su obra. 
En el dibujo se veía el interior del altillo, la pequeña ventana y la luna asomándose por ella e iluminando la estancia.
La mujer quedó  extasiada y sonrió acariciando su cabeza. 
Juan se lo regaló,  pero antes de dárselo en uno de los ángulos le puso un título "La luna y la casa vieja".-